Copiapó: Resiliencia en nuestras ciudades

12 / 06 / 19
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A principios de año, las lluvias del norte de Chile, como si fueran un déjà vu, nos recordaron lo poco preparadas que están nuestras ciudades contra fenómenos de este tipo, trayéndonos a la memoria los trágicos episodios de 2015 y 2017 que se vivieron en la región de Atacama.

Hay un patrón común en todo esto: las ciudades del norte, que aportan notablemente al crecimiento y desarrollo del país, no cuentan ni con la planificación ni la infraestructura necesaria para enfrentar estos eventos climatológicos, que, como han dado a conocer expertos en la materia, como los profesores Tatiana Izquierdo y Manuel Abad de la Universidad de Atacama, no vienen desde 2015, sino que se han producido en distintas escalas desde hace varias décadas.

Y si ya han sucedido, lo más seguro es que se vuelvan a repetir. Con un escenario marcado por el crecimiento de nuestras urbes de manera inorgánica, donde en Copiapó incluso tomas están ubicadas sobre las piscinas decantadoras construidas a raíz de las lluvias de 1997, el potencial riesgo para la población es mayor.

En este contexto, son las obras de mitigación a gran escala, actualmente en fase de diseño por parte del Ministerio de Obras Públicas, las que proveerán las condiciones necesarias para mitigar el riesgo a la comunidad y a la infraestructura pública y privada. Sin estos proyectos, que potencien las intervenciones que se han realizado en el último tiempo, aún estamos en una posición vulnerable ante lluvias, crecidas de ríos y bajadas de quebradas.

Creemos firmemente que este debe ser un cambio de paradigma en relación a la aprobación de obras públicas; es decir, la rentabilidad social no sólo se debe medir por el uso de éstas, sino que por el bien común que generan, por ejemplo, impidiendo desastres que afecten de manera tan profunda a nivel social, productivo y estructural a una determinada zona.

No se necesitan más evidencias para dejar en claro que la resiliencia de nuestras ciudades se necesita de manera urgente. El paradigma ha cambiado y es preciso hacerse cargo, adecuando los instrumentos de aprobación de obras públicas, como el RS, y priorizando los presupuestos e inversiones de este tipo de proyectos.