Certificación Energética y de Calidad Ambiental de las Edificaciones

10 / 08 / 15
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La certificación energética y de calidad ambiental de las edificaciones es un tema que aún en nuestro país no se le ha dado la importancia o difusión que merece. Un proceso de certificación confiable es una de las herramientas que permite a los distintos estamentos de la sociedad saber “quién es quién”, y de esta forma garantizar y dar confianza a la demanda del mercado, que las edificaciones certificadas (y en particular las viviendas) efectivamente cumplen con una reducción cierta en los requerimientos de uso de energía, garantizando además un confort térmico, acústico y calidad de aire interior.

Es posible que estas exigencias eleven marginalmente los costos de inversión de la edificación, pero estos se recuperarán con prontitud con los menores costos operacionales (energía) y valoración de la edificación en el tiempo. Pero también, las externalidades positivas que este tipo de construcción genera es innumerable, no solo por una combinación de factores que afectan directamente a la salud, calidad de vida y rendimiento de las personas que habitan dichos recintos, sino que además, por la baja o nula contaminación del aire que actualmente afecta la salud y calidad de vida en ciudades del país.

Si bien es cierto que han existido diversas campañas en nuestra región, tanto para descontaminar el aire como para usar mejor los recursos energéticos (leña seca, estufas, ampolletas), la verdadera enfermedad de la contaminación está en el inadecuado diseño de las edificaciones (sin entrar en tecnicismos, un buen diseño no solo contempla y requiere de un correcto aislamiento térmico, sino que además, una envolvente altamente hermética junto a un sistema controlado de ventilación).

A pesar de que la certificación es fundamental para diferenciar lo que “cumple” de lo que “no cumple”, también es importante establecer políticas (leyes) que incentiven o al menos no castiguen las construcciones que optan a una eficiencia energética: por ejemplo, la superficie de una vivienda se mide por sus límites exteriores, luego, viviendas de 140 m2 (DFL2) construidas en la zona central tendrán aproximadamente un 10% más de superficie útil interior (piezas más grandes!) en comparación a las DFL2 construidas en la zona austral, producto de la diferencia del espesor del revestimiento térmico requerido para contar con un consumo semejante de energía y confort térmico.

Tareas pendientes de todos para contar con un “aire más limpio”.

Dr. Jorge Sommerhoff, Director del CIVA-UACh (Certificación e Investigación de la Vivienda Austral de la UACh), Socio CChC Valdivia